Este es el blog del taller de Recopilación de la Historia de Beniaján, una experiencia desarrollada entre los años 2010 y 2015 en la Escuela Popular de Beniaján. Participó en ella un nutrido grupo de personas del pueblo que, día a día, dieron constancia de su tiempo y de su memoria para que su voz no se pierda. En 2016 publicaron el libro "Beniaján y sus gentes. Un paseo por la memoria", recogiendo parte de su investigación. Este trabajo ha tenido continuidad y se ha consolidado en el Centro Cultural de Beniaján a través de "Conoce tu localidad", taller que sigue activo hasta hoy, recopilando aspectos sobre el patrimonio y la historia de Beniaján.

lunes, 21 de noviembre de 2011

La historia de una anciana y su telar: retrato de una época


Reproducimos a continuación un artículo encontrado en una antigua revista de tirada nacional ("ESTAMPA"), cuya protagonista es una anciana de Beniaján llamada Carmen Barceló: en él se aborda la vida, el contexto social y los recuerdos de una de la últimas tejedoras que quedaban por entonces en la Huerta de Murcia. Conviene señalar aquí que son constantes las referencias que tenemos sobre la existencia de numerosos telares en Beniaján, como muestra de una actividad textil artesanal muy arraigada en el pueblo desde antiguo y siempre vinculada a la tradición serícola, constituyendo una de sus principales actividades económicas hasta el periodo pre-industrial de finales del siglo XIX. La lectura del artículo se convierte hoy para nosotros en un doble viaje al pasado, pues la publicación es del año 1931... y ya entonces se contempla este trabajo como un oficio trasnochado y casi extinguido. Las fotografías pertenecen al mismo reportaje.



LA VIEJECITA QUE LLEVA 77 AÑOS TEJIENDO EN UN TELAR DE PEDALES 

Nos seduce la fisonomía de esta viejecita humilde que, como las de los Nacimientos, vive en una casita rústica con ventanas de tosca madera y balcón apenas saledizo.

Carmen Barceló, que así se llama, tiene, por más semejanza con las de los Nacimientos, esa brillante pátina que presta el barniz al barro, y la limpieza meticulosa a las personas. Ya, al entrar en su hogar, se nos anticipa este rasgo de su carácter; limpieza en las blancas paredes enjalbegadas de cal, en las desnudas vigas, en los suelos de tierra apisonados y barridos hasta hacerlos joyantes, en las panzudas tinajas, en el viejo arcón familiar... Nos parecerá entrar en la casa de una moza, ¡tal alegría y limpia juventud se respira en todo!, si no estuviera allí, arrebujada y sola, entre montones de tiras de tela, junto al viejo telar, Carmen Barceló, tejiendo mantas retaleras.

La virtud del trabajo 

Se levanta al vernos llegar inopinadamente, y nos dice, mientras salta tras el telar con agilidad juvenil, que tiene noventa años cumplidos. ¡Noventa años, Señor, y sin conocer más mundo que este reducido ámbito pueblerino y el camino real que conduce al mercado extramuro de Murcia! Noventa años vividos en esta calleja angosta que termina en un verdor intenso y bronco de naranjales. Aquí se casó, aquí nacieron sus seis hijos, aquí murieros tres de ellos y su marido, y de aquí marcharon los demás a vivir su vida, y aquí quedó ella con su telar y sus mantas...

"Porque quiere, sabe usted -nos dice su hija, que nos acompaña en la visita-. Gracias a Dios no le hace falta trabajar para vivir bien, pero no hay quien la obligue a estarse quieta. Y aquí la tiene usted, todo el día en su telar. Algunas noches vengo yo creyendo que duerme y la encuentro tejiendo a la luz del candil." 

La abuela protesta... Trabaja porque si no lo hiciera se moriría. Toda su vida trabajando... Y que la vida es para eso, Señor. De niña -sigue contándonos con voz clara, segura y llena de un fino donaire- trabajaba en un telar de cintas y su madre iba al mercado a hacer la venta. A los trece años le dieron uno como el que hoy tiene, y encima de él sus manos han ido tejiendo el poema de laboriosidad y abnegación de toda su vida.


Aquellos tiempos eran peores que éstos

- ¿A qué edad casó usted?
- A los veinte años.
- ¡Qué joven! -exclama alguien.
- Ya sabía contar los dineros -responde rápida la abuela con picardía.

Y nos habla de cosas de su vida. De su viudedad a los 36 años con el problema de los hijos irresoluto. De las revueltas políticas, que estremecieron al público, cuando el Gobierno envió a Beniaján muchos cientos de fusiles. La figura inquieta y exaltada de Antonete Gálvez pasa por la conversación. Figura llena de simpatía... "para quien pensara como él". La abuela tiene en la cabecera del lecho colgada una estampa de la Virgen del Carmen y en el testero de la derecha un cromo de la juventud de Alfonso XIII.

- Sin embargo -la interrumpimos-, aquellos tiempos eran mejores que éstos.
- No lo crea usted. Entonces este pueblo era un caserío. Había que ir a Murcia por tó. Pero ahora es otra cosa, ahora hay ¡hasta cine!
- ¿A usted le gusta el cine?
- No lo conozco. Cuando era joven porque no me dejaban ir, y ahora porque no quiero yo. Antes estaba de otra manera; se representaban comedias buenas, como la Pasión de Nuestro Señor; pero ahora no hacen más que galopinerías que luego aprenden los zagales. Todos en el pueblo saben los nombres de esas tunantas que se presentan en cueros...

Dos mantas para Madrid
 

"Ni ha ido al cine -añade la hija- ni se ha retratado nunca." Son, pues, estos retratos que reproducimos los únicos que tiene esta viejecita, que posa admirablemente, con singular serenidad y hasta con cierta coquetería, interrumpiendo de cuando en cuando las poses para dar escape a su asombro: 

- ¡Y salir yo a mis años en los papeles retratá!
- A ver si con ellos tiene usted más pedidos.
- Ya tengo, ya -exclama con visible orgullo-. Para Madrid estoy terminando dos mantas.
- ¿Tarda usted mucho en hacer una?
- Se pueden hacer hasta dos a la semana.
- ¿Producen mucho?
- Poco. Se vende cada una a 30 y 40 reales. 

Este telar es el único, o uno de los raros ejemplares que hoy quedan en la huerta donde, en tiempos no lejanos, produjeron una interesante industria. La abuela tejió en él, primero paños y cobertores finos que los jueves llevaba su marido a los mercados de Murcia; después, cuando halló la competencia de las grandes fábricas, redujo su actividad sólo a estas mantas retaleras que se usan ya poco en estos tiempos.
Y al pie del telar horas y horas, esta viejecita es feliz. Piensa en su vida llena de abnegaciones, en los hijos criados con la ayuda de su trabajo... Y su soledad es un símbolo y una acusación cuando, de noche, a esa hora en que las gentes llenan los teatros, los cabarets y las tabernas, o se debaten en sueños de lucha y competencia, ella, a la débil luz de un candil, silenciosa y con el alma en paz, teje sus mantas...

Texto: Raimundo de los Reyes. Fotos: Mateos
Artículo publicado en el nº 161 de la Revista "Estampa"
(7 de febrero de 1931)


2 comentarios:

Taller de Historia de Beniaján dijo...

Este artículo es muy bueno. No sólo para la historia de Beniaján sino para la de la Región en general y para historia económica. En el artículo podemos ver dos cosas muy interesantes: de un lado, un oficio muy antiguo que estaba desapareciendo ya entonces y de otro lado, cómo la ciudadanía ya hace tiempo que se interesa por conocer sus raíces y hacer todo lo posible porque no se pierdan, aunque solo sea, como en este caso, preservando su memoria.

Gabriel dijo...

El texto, pese a su relativa brevedad, nos aporta gran cantidad de datos de la vida cotidiana del pueblo en aquel momento. Son simples pinceladas de una realidad pasada, pero que hoy nos ilustran y nos ayudan a imaginar el Beniaján de 1931.

- Describe la casa (ventanas de madera, pequeño balcón, muros encalados, suelo de tierra apisonada), e incluso el sencillo mobiliario y objetos que lo decoran (arca, tinajas, candil, cama, un cuadro religioso y otro del rey).

- Nos introduce en una estancia que es vivienda y lugar de trabajo a la vez. Un espacio que acota el universo femenino del momento: el del ama de casa (que ordena y limpia la casa, que cría en ella a sus hijos), que desempeña además un oficio 'de mujer' (dentro de ese mismo domicilio), y en el que han transcurrido la mayor parte de sus años.

- Se nos desvela parte de la personalidad e ideología de la protagonista (recordemos, una anciana de 90 años del primer tercio del siglo XX): trabajadora, obstinada, pulcra, algo coqueta, cristiana, monárquica.

- Interesante la alusión a que hubiera en la casa un retrato de Alfonso XIII, en un periodo aquel políticamente convulso. Apenas dos meses despues de realizarse el reportaje, se proclamó la II República Española y el rey marchó al exilio.

- La protagonista alude a la evolución que ha experimentado el pueblo desde su niñez. En efecto, en 1931, Beniaján ya había dejado atrás gran parte de su pasado rural y eminentemente agrícola, despegando como una localidad pujante en la que ya proliferaban industrias y comercios, y a la que incluso había llegado el novedoso cinematográfico.

- Y encontramos referencias locales: Antonete Gálvez, Virgen del Carmen, naranjos.