Hoy son sólo los más mayores del pueblo quienes mantienen nítido el recuerdo de un festejo que cada 29 de diciembre y desde tiempo inmemorial convocaba a gentes de Beniaján y alrededores, en la ladera de nuestra sierra: la MERENDONA. Se trataba de una de las manifestaciones festivas más concurridas y señaladas para los beniajanenses, siguiendo siempre en el calendario a las cinco grandes jornadas de la Navidad que van desde la Nochebuena a los Inocentes.
El festejo se ha querido siempre vincular a una devoción muy beniajanera, la de San Antón, pero en realidad la Merendona se vivía como un acontecimiento popular propio de nuestro calendario festivo navideño e independiente de los festejos en honor al citado santo, que también los había, pero a mediados de enero (con ocasión de su onomástica).
Desde el pueblo se emprendía cada año la subida al monte, llegando hasta las pinadas de El Bojal. Ese día, las puertas de la extensa finca Monteazahar (propiedad de Don Adrián Viudes) se abrían para permitir que la gente accediera a todos los rincones de la sierra. Y una vez arriba, vecinos y familiares compartían las últimas viandas y dulces que habían quedado en las distintas casas tras los días de Navidad. También había quien llevaba a cuestas grandes perolas o sartenes, en las que luego cocinar arroces, migas...
Lo cierto es que, de una forma u otra, el festejo siempre trascendió por convertirse en una hermosa manifestación de buena convivencia entre los vecinos, con masiva participación de beniajaneros y visitantes. El ambiente que se vivía en aquella jornada era además sumamente alegre y fraternal, llenándose las faldas del monte de corros de gente en los que tampoco faltaba la música y el baile tradicionales.
La devoción a San Antón
Los orígenes del culto a San Antón en Beniaján van ligados a la tradicional consideración de este santo como protector de los animales, pastores y criadores de ganado. Nuestro pueblo no sólo contó siempre con muchos habitantes dedicados a tales oficios, sino que también era importante cruce de vías pecuarias y, por ello, lugar de paso de ganado trashumante. No es casual quela Avenida Fabián Escribano se conozca popularmente entre los vecinos como “La Vereda ”; y el tramo de esta misma arteria que se encuentra entre la Calle Mayor y el trazado de ferrocarril, no es en realidad avenida ni calle, sino una plaza de forma alargada en la que precisamente confluían los principales caminos de acceso a Beniaján. Hasta hace bien poco todavía era conocida como Plaza de San Antón, pues en ella estaba la antigua ermita dedicada al santo, aunque el templo acabó demolido por quedar muy deteriorado tras la Guerra Civil. Además, siempre ha sido éste el lugar más céntrico del pueblo y, aún hoy, reconocemos dicho entorno como el punto con más tránsito peatonal y de vehículos de la localidad. Por desgracia, la configuración actual de este espacio (urbanísticamente confuso) y la nomenclatura oficial (ya no existe ni una placa que recuerde tan castizo nombre) ha diluido su percepción como plaza y la antigua designación… pero su origen como cruce de caminos para los propios habitantes, los viajeros y también los pastores, es innegable. Es lo que podríamos llamar nuestro particular “kilómetro 0” .
Desde el pueblo se emprendía cada año la subida al monte, llegando hasta las pinadas de El Bojal. Ese día, las puertas de la extensa finca Monteazahar (propiedad de Don Adrián Viudes) se abrían para permitir que la gente accediera a todos los rincones de la sierra. Y una vez arriba, vecinos y familiares compartían las últimas viandas y dulces que habían quedado en las distintas casas tras los días de Navidad. También había quien llevaba a cuestas grandes perolas o sartenes, en las que luego cocinar arroces, migas...
Lo cierto es que, de una forma u otra, el festejo siempre trascendió por convertirse en una hermosa manifestación de buena convivencia entre los vecinos, con masiva participación de beniajaneros y visitantes. El ambiente que se vivía en aquella jornada era además sumamente alegre y fraternal, llenándose las faldas del monte de corros de gente en los que tampoco faltaba la música y el baile tradicionales.
Merendona 1927 |
La devoción a San Antón
Los orígenes del culto a San Antón en Beniaján van ligados a la tradicional consideración de este santo como protector de los animales, pastores y criadores de ganado. Nuestro pueblo no sólo contó siempre con muchos habitantes dedicados a tales oficios, sino que también era importante cruce de vías pecuarias y, por ello, lugar de paso de ganado trashumante. No es casual que
Rebaño pastando en la Rambla |
La desaparición de la citada ermita se suplió a mediados del siglo XX con la construcción de una nueva ya en la ladera del monte, la cual también sería derribada pocos años después al trazarse la actual calle San Antonio Abad y construirse viviendas en la zona. Posteriormente se levantaría una tercera capilla en el paraje donde se desarrollaba la tradicional merendona, en lo alto de la sierra, eremitorio que persiste en nuestros días como lugar de veneración del santo. La elección del sitio parece poner de relieve una vinculación 'San Antón-Merendona' que, históricamente, no ha quedado contrastada hasta la fecha. Sobre todo, si atendemos a que el santo siempre tuvo su propia fiesta en el mes de enero, desarrollada en torno al primitivo santuario hasta su demolición.
Merendona 1955 |
Antoñita Hernández aporta unas cuantas imágenes de su familia en la Merendona:
Merendona 1950 |
Merendona 1965 |
Merendona 1959, grupo de alumnos con el maestro |