Los fantasmagóricas garras de Halloween arañan el calendario en estos días, haciendo brotar en los escaparates de las tiendas, en las cafeterías e incluso en las aulas de nuestros colegios, tétricos adornos y complementos con los que conmemorar la Noche de los Difuntos. En efecto, el vocablo Halloween deriva de la expresión ”All Hallows' Eve” (que traducido literalmente del inglés significa 'Víspera de Todos los Santos'), y hoy lo relacionamos de forma unívoca con esa fiesta americana carnavalesca que hemos importado y asimilado como complemento de nuestra secular tradición de rendir homenaje los días 1 y 2 de noviembre a los seres queridos que ya fallecieron.
Cementerio Viejo de Beniaján |
El rápido arraigo en nuestra sociedad de esta manera de ‘vivir’ la fiesta, es un hecho que a muchos resulta incluso insultantemente grotesco; aunque no lo debiera ser tanto, a tenor de la abrumante globalización-americanización que ha venido marcando el devenir de nuestro mundo en el último siglo, en todos sus aspectos. Lo realmente curioso es que hayamos pasado por alto que el origen de esa celebración (como casi todo lo que nos llega de Norteamérica) entronca con la tradición europea, pues Halloween se ha ido forjando como una amalgama de las costumbres conmemorativas de los muertos que ya había ancestralmente enraizadas a este lado del Atlántico. Es decir, que la celebración ha hecho en realidad un viaje de ida y vuelta, retornando ahora al viejo continente travestida de calabaza.
De 'la hebrica del quijal' al 'truco o trato'
De 'la hebrica del quijal' al 'truco o trato'
Nuestro acervo cultural atesora sus particulares y genuinas prácticas o ritos en honor de los difuntos, anteriores sin duda a la propia implantación en Estados Unidos del festejo que ahora adoptamos (la cuál, por cierto, parece que no se produjo hasta 1840). Las misas y los cantos de ánimas que precisamente en estas fechas interpretan los grupos de 'auroros' o 'animeros' de nuestra tierra, son clara muestra de ello. Pero es que, al indagar en la historia, nos encontramos también con otras manifestaciones autóctonas ya en desuso pero muy próximas y similares a las que precisamente Halloween nos aboca en esos tiempos.
Así, lo de ir pidiendo los niños golosinas de casa en casa, no debería ser visto por nosotros en su esencia como algo completamente nuevo e importado. A poco que preguntemos a nuestros mayores, nos relatarán con una sonrisa cómplice en los labios que hubo un tiempo en que los zagales de la huerta recorrían calles y caminos de Beniaján pidiendo de puerta en puerta lo que se conocía como “la hebrica del quijal”. La generosidad de los vecinos proporcionaba entonces a la chiquillería dulces propios de estas fechas (una rebanada de pan untada de arrope, alguna ‘jelepa’ de carne de membrillo), o frutos de los que ofrece la tierra cada otoño: una panocha para hacer tostones, trozos de corona de girasol cuajada de pipas, dátiles, higos secos, granadas…
Tampoco es nuevo lo de asustar y gastar bromas a la gente en lo tocante al mundo de los muertos, pues los adolescentes de nuestro pueblo ya hacían de las suyas la noche de difuntos mucho antes de que las sangrientas caretas de plástico invadieran los ‘todo a 100’ . Tapar cerraduras con gachas o cera, tabicar ventanas y puertas, hacer desaparecer macetas de las casas aprovechando la oscuridad de la noche (para llevarlas generalmente a la casa de la moza pretendida), o salir provistos de velas al paso de algún asustadizo vecino, eran algunas de las endiabladas ocurrencias de los más jóvenes la víspera de Todos los Santos.
De momento no hemos hallado ninguna publicación que profundice en esta manera de celebrar la fiesta, con objeto de delimitar en qué ámbito geográfico se llegó a desarrollar (¿sólo se hacía en la zona de Beniaján, en toda la Huerta?), o conocer más sobre su origen y evolución, o el porqué de su declive, buscando además alguna explicación al casi completo desconocimiento de la misma que existe actualmente por parte de las nuevas generaciones. El testimonio oral de vecinos de nuestro pueblo, como única fuente de información disponible al respecto (hasta la fecha), nos desvela que pedir “la hebriquia” o las travesuras adolescentes en la noche del 31 de octubre fueron costumbre muy arraigada en Beniaján y su huerta, y que así se vinieron practicando incluso hasta los pasados años 50.
Otra faceta en desuso de la liturgia de estas fechas, es la que revestía con grandes paños negros los altares y retablos de nuestra iglesia parroquial. El templo se preparaba así para recibir a los feligreses que habrían de rezar por las almas del Purgatorio, los cuáles eran convocados con un incesante y fúnebre toque de campanas que se iniciaba apenas caía el sol tras los cipreses del camposanto la tarde del primero de noviembre. Y así continuaría durante todo el día siguiente, en conmemoración de los Fieles Difuntos.
Otra faceta en desuso de la liturgia de estas fechas, es la que revestía con grandes paños negros los altares y retablos de nuestra iglesia parroquial. El templo se preparaba así para recibir a los feligreses que habrían de rezar por las almas del Purgatorio, los cuáles eran convocados con un incesante y fúnebre toque de campanas que se iniciaba apenas caía el sol tras los cipreses del camposanto la tarde del primero de noviembre. Y así continuaría durante todo el día siguiente, en conmemoración de los Fieles Difuntos.
La llama que permanece encendida
Hoy, las gachas, el membrillo, el arrope o las flores con las que adornar las tumbas, siguen volviendo a nuestras casas en vísperas de noviembre. Incluso en muchos hogares, todavía se prenden mariposas y velas que tiñen la noche de temblorosas sombras. Y es que, afortunadamente, hay una parte de la tradición (la gastronómica y la espiritual) que aún se mantiene con vida en ‘Tosantos’. Los cantos de ánimas que antes citábamos, recuperados por algunos grupos de nuestro entorno, son un ejemplo. Otro, la preceptiva visita a los cementerios, reuniéndose familias enteras alrededor de los floridos nichos y panteones.
En el Atrio, anualmente se congrega todavía un nutrido grupo de vendedores de flores que, desde el corazón del casco antiguo, también ambientan y dan continuidad con sus puestos a la costumbre; algunos de ellos, beniajanenses, nos contaban estos días que llevan ya un par de años impulsando la revitalización de este mercadillo, no ya sólo para la venta de flores, sino también de los productos típicos de la época. Así, a nuestra Plaza han vuelto las coronas de pipas, las panochas o el membrillo casero, resultando reconfortante encontrar este tipo de iniciativas que apuestan por la tradición.
En la otra cara de la moneda, Halloween. Es lo que ocurre cuando se deja sin contenido la faceta lúdica de una festividad: que el vacío se acaba llenando con otro tipo de manifestaciones. A su favor está además la televisión, la moda, la publicidad, y la dejadez de una sociedad que a menudo no sabe valorar suficientemente sus costumbres. De ese modo, se nos han ido apagando celebraciones genuinas (como 'la hebrica del quijal') para dejar paso a otras, siendo cada vez más parte de un mundo global homogeneizado y menos de un universo particular y pintoresco al que poco a poco dejamos morir en el olvido. Descanse en Paz.
GNV (2012) - Taller de Historia de Beniaján
Puestos en el Atrio con la llegada de 'Tosantos' |
2 comentarios:
Enhorabuena al taller por este artículo que nos ayuda a ver la vinculación entre lo actual y el pasado. Yo ya había oído hablar antes de "la ebrica del quijal" y a mí me hablaron de ella en Patiño, Santo Ángel y en El Carmen (Murcia), por lo que la tradición debió estar bastante extendida por la Huerta, al menos por su vertiente Sur.
Por último, decir que el esfuerzo que se está haciendo para que esto no caiga en el olvido posibilitará que el legado pase a las generaciones futuras y si no, tiempo al tiempo.
La "ebrica" del quijal no es sino una deformación de la "orillica del quijal". Esto es, que los niños, y los no tan niños, iban de casa en casa recogiendo los frutos, que aparte de ser propios de este tiempo, se criaban casi todos, fuera de los bancales, en la orilla de los mismos, en los "quijeros".. higos verdales, coronas de pipas, granás, níspolas, membrillas...... aqui en Patiño aún hay gente, que de forma testimonial, lo sigue haciendo.. y es una tradición bien bonica y bien propia que había que potenciar..
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